jueves, 23 de noviembre de 2017

Conversando se entiende la gente


Casi todo lo que hacemos en la vida requiere que nos comuniquemos con otros. A través de la palabra pensamos, reflexionamos, nos expresamos, opinamos, negociamos y coordinamos acciones. Es por medio de las conversaciones que nos relacionamos con el otro. Y según sea nuestra calidad de conversación con alguien es la calidad de relación que tenemos con esa persona. A menudo el éxito en nuestras relaciones depende de cuán bien interpretamos a los otros, qué tan bien los otros nos interpretan a nosotros y qué posibilidad tenemos de generar acuerdos con otros seres humanos.

Las relaciones se van construyendo entonces por medio del lenguaje que utilizamos en las conversaciones que generamos con ellas, en los pedidos que hacemos, en la oferta que somos para ellos, en las promesas que hacemos y cumplimos, en el compromiso de mantener la relación y de ver al otro como una posibilidad, en la capacidad que tengamos de escuchar qué es lo que el otro nos dice. Y escuchar no se refiere únicamente a oír, sino a la interpretación que hacemos de lo que dice, en la energía que ponemos para aclarar cada situacióull —n áspera que se nos presenta. A veces dejamos pasar cosas que nos parecen sin importancia pero son las que van desgastando luego la relación.
Por ello, conversar es el mecanismo más útil para entenderse….cuando se sabe hacer bien. En ocasiones frente a un desacuerdo juzgamos que la persona con la que deberíamos tener una conversación no va a estar abierta a ella, y es en este caso donde podemos crear una conversación para hablar acerca del hecho del cual consideramos no se puede abrir una conversación.
Una de las fuentes del sufrimiento humano y de nuestra incapacidad de alcanzar nuestros objetivos está ligada a nuestra incompetencia para diseñar conversaciones efectivas. Para diseñar conversaciones efectivas es necesario tener en cuenta el resultado que queremos lograr, observar acciones ya realizadas, evaluarlas y de acuerdo con eso generar un diseño que nos permita acercarnos al resultado deseado.
Recordemos que la CONVERSACIÓN es la danza que tiene lugar entre el hablar y el escuchar y que nosotros coordinamos acciones a través de ella. Por ello una de las competencias claves del ser humano tiene que ver con su capacidad para diseñarlas sabiendo cuándo es conveniente abrir una o cerrar otra o saber moverse a través de ellas.

La comunicación humana tiene dos facetas: hablar y escuchar. Cada vez que alguien habla, hay alguien escuchando, y generalmente el que escucha es otra persona. Pero aún cuando no haya otra persona (como cuando nos hablamos a nosotros mismos) siempre está el escuchar de la persona que habla. Cuando hablamos, también escuchamos lo que decimos. Cuando escuchamos, siempre hay alguien hablando. Nuevamente, este hablar puede provenir de otra persona o de nosotros mismos. Aún cuando escuchamos silencios existe el hablar de lo que nos contamos acerca de ellos.
En la comunicación, por lo tanto, no existe el hablar sin el escuchar, ni el escuchar sin el hablar. Y esta “danza” que tiene lugar entre ambas es lo que llamamos CONVERSACIÓN. Ahora bien, nos preguntamos: ¿Acaso existe la danza sin el danzarín? ¿Existe un hablar o escuchar separado de la persona que habla o escucha? Expresado en palabras del biólogo chileno Humberto Maturana: “ull ÒTodo lo dicho es dicho por alguien a otro alguien que escucha y que podría ser él mismo”.
Y a partir de esta frase, que parece tan obvia, la conversación empieza a tomar vida. Ya no hablamos sólo de “la conversación”, hablamos de las personas que conversan. Es una acción que depende de dos personas y por lo tanto es de doble dimensión, estoy YO, y está EL OTRO; y de doble dirección, es decir, es un intercambio que va de un lado a otro. Estas dos características son lo que la diferencian básicamente del acto de informar.
“El fenómeno de la comunicación no depende de lo que se entrega, sino de lo que le pasa al que la recibe y esto es un asunto muy distinto a transmitir información”
Humberto Maturana

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